viernes, 23 de marzo de 2007

by kuroi yume....Totorus



Mi mamá está muy enferma, mucho, mucho, y creo que ese es el principio de esta historia. Me llamo Satsuki y tengo 9 años, y tengo un papá un poco despistado que para dormir nos cuenta extraños cuentos de duendes, fantasmas y trolls (“tororus” según mi hermanita) del bosque (ese sería el otro principio de esta historia), y también tengo esa hermanita de 5 años que se llama Mei (y ese sería el tercer principio).



Para que mamá se cure nos hemos mudado al campo y ella está en ese hospital tan bueno del que todos hablan. Aún no conocemos a nadie. No es que estemos solas, somos dos hermanas bastante unidas, pero aún no ha empezado el colegio y la verdad es que estoy bastante aburrida. Lo único divertido por aquí es ese árbol que hay en la parte de atrás de la casa. Un enorme alcanforero con una gigantesca cuerda ritual. Papá dice que es para protegernos, pero no sé que puede hacer por nosotros un trozo de corcho con una soga liada a la espalda…



Pero en ese árbol pasan cosas extrañas. El otro día me pareció ver pequeñas bolas peludas rodar hasta su interior. Creo que papá nos mete demasiadas tonterías en la cabeza. Y sinceramente, creo que a Mei le vendría bien que dejaran de contarle historias de monstruos. Hace unos días entró corriendo en mi habitación riendo como una posesa y balbuceando cosas raras. Cuando se calmó me acabó contando que había estado jugando con un enorme “tororu” simpatico salido del árbol. Pero no lo contaba de broma, como cuando explica que su zapato izquierdo quiere ir hacia la derecha y que por eso está tirada en el suelo, ni como cuando jugamos a que los papás creyeran que yo era ella, y ella era yo, porque el Sr. del armario nos había intercambiado los cerebros. No, estaba contenta de verdad porque había hecho un amigo. Por mucho ke me enfadé porque era una mentirosa, no dejó de decir que era cierto.



Y luego llamaron por teléfono.



Lo cogí yo, claro, como siempre. Y me dijeron que si estaba mi papá, y le dije al hombre del teléfono que no, y me dijo que tenían que hablar con él, que mi mamá estaba peor, y entonces no sé qué más me dijo porque yo empecé a llorar y ya no le entendía, y Mei también lloraba, y se fue corriendo, y no sé qué más pasó hasta que llegó papá con la compra y se fue corriendo al hospital muy preocupado porque no encontraba a Mei.Pero yo sabía dónde estaba Mei.
Pero lo que no sabía era lo que me iba a encontrar. No esperaba verla jugar con su “amigo”. Ni esperaba encontrarme un altar en forma de extraño vehículo-gato donde mi desnuda hermanita estaba atada con esa gigantesca cuerda ceremonial. Y el enorme ser que oficiaba era tan terrible, a la vez que adorable… Era como un deforme muñeco de peluche azul, tan curioso como feo. Y todas esas diminutas negras criaturas danzarinas, cantando y murmurando:



“toto ro totoro totoro to to rotoro to to toot roooo”



Era tan hipnótico ke me tuve que unir. Y cantamos todos juntos.



4 comentarios:

pecoselmer@gmail.com dijo...

Dios! menudo final! ¿Te pueden denunciar por perpetrar semejante final? Me dejas con los pelos de punta...

lenoreanabel dijo...

Juer, vaya historia. Me tienes que dejar pelis antiguas del miyazaki que creo que me faltan por ver dos o tres. Ilustrame. Ilustrame!

Mr. D dijo...

Miyazaki tiene cienes y cienes de películas....junto a Totoro, mi favorita es Guerreros del Viento...preciosa...

Eso si, imprescindible ver sus primeros trabajos de los años 60 para Toei, ya apuntaba maneras cuando aun no tenía canas...

Anónimo dijo...

Certifico que todo lo que aquí se narra es cierto y basado en hechos reales que le sucedieron al Duque de Feria, alias Totoro. Amén.